Cuando entrenás, lo primero que hacés es definir una rutina, planificar tu dieta, tomar algún suplemento vitamínico o proteico, y ya estás listo para empezar. Pero eso no es todo. Tu cuerpo sigue entrenando cuando ya no estás haciéndolo.
El entrenamiento es una actividad que puede ser de gran importancia en tu agenda semanal. En algunos casos, tenés quien te ayude con consejos claves para que tu rutina sea óptima. Pero en otros, dependés del sentido común y de algunos mitos que, muchas veces, pueden correr más rápido que vos en tu mejor momento físico.
Por eso, lo ideal es derribar esas creencias que impiden que tu cuerpo siga trabajando cuando ya no estás haciendo ejercicios. Verás que, lograr buenos resultados (tanto para tu cuerpo como para tu mente), no siempre es cuestión de esfuerzos.
Entonces, ¡a derribar el mito!
Para hacerlo, hay que partir de algo que parece ser una paradoja: cuando no estás entrenando, también estás entrenando.
¿Qué significa esto? Que hay un momento en que te dará más resultados dejar que el cuerpo se recupere en vez de seguir forzándolo.
En concreto: el organismo necesita reponerse luego de un ejercicio, y para hacerlo, tenés que tomar algunas precauciones que muchas veces solemos ignorar.
Si entrenás mucho todos los días, dormir deberá ser una parte seria de tu rutina. Cuando cerrás los ojos, los procesos metabólicos se activan para regular las funciones del cuerpo y producir una serie de cambios hormonales que, entre otras cosas, aumentarán la circulación de la sangre hacia tus músculos y mejorará la respuesta inmune. Otro beneficio del sueño es que restablecerá los niveles de glucógeno, reduciendo la fatiga y previniendo lesiones en los músculos y articulaciones.
No sólo dormir debe significar descanso. También es necesario tener un momento para que el cuerpo se relaje, y lo que se aconseja es que te reserves al menos un día a la semana destinado a este fin. Es decir, si el día de descanso incluye ir a caminar por las montañas, estarás aumentando el estrés físico y empezás en off-side la rutina de los próximos días.
El error más fácil es caer en la obsesión y la ansiedad que te lleva a exigirte cada vez más para sentirte satisfecho con lo que estás haciendo para cumplir tu objetivo. Comer menos, correr más, dormir lo que se puede, son formas comunes de entrar en un círculo vicioso que, claro está, no va a dar los resultados que esperás.
El equilibrio es fundamental y, por eso, así como deberías evitar el exceso de descanso, también hay que cuidar el exceso de ejercicio. La clave está en saber cómo medir la cantidad e intensidad de la actividad física que hacés.
Lo primero parece obvio, pero no lo es tanto: ¡no te obsesiones! Muchas veces terminas exponiendo al cuerpo a un estado de fatiga muy poco saludable.
Además, y desde un abordaje psicológico, es bueno tener en cuenta que el estrés de la vida diaria también afecta al organismo y genera fatiga muscular. Si bien el mito dice que 'entrenando eliminás el estrés'; la verdad es que el cuerpo ya estará de por sí más cansado y requerirá un poco más de tiempo para el descanso.
Por último, debemos evitar el sobreentrenamiento: cuando el estado de catabolismo supera al de anabolismo, la capacidad de recuperación será superada por el esfuerzo realizado.